Esta pagina no es la oficial de LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS, ni pretende suplantarla. Pero si hacemos referencias a las escrituras de los ultimos dias para aclarar doctrinas, espero que los miembros y no miembros disfruten del contenido espiritual y de conocimiento verdaderos de esta pagina.
   
  VERDADES Y DOCTRINA DEL EVANGELIO DE JESUCRISTO
  AYUDA HUMANITARIA DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO
 



¿Y quién es mi prójimo?

[Debemos] alimentar al hambriento, vestir al desnudo, proveer para la viuda, secar las lágrimas del huérfano y consolar al afligido dondequiera que los [encontremos], ya sea que sean de esta Iglesia, de cualquier otra o no pertenezcan a ninguna…” Jose Smith.

Por qué ayudamos

A la gente le gusta hablar sobre lo mucho que necesitan “encontrarse” a sí mismos. Normalmente, esto significa que se sienten infelices, que están desorientadas y que se concentran principalmente en ellas mismas. Resulta interesante que Cristo dijera que para encontrarnos debíamos perdernos: “Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará” ( Marcos 8:35). Perdernos en el servicio es una forma excelente de encontrarnos. Nos permite poner en práctica lo que Jesús hizo. Él nos enseñó que amar a Dios era el primer mandamiento y que amar al prójimo era el segundo. Demostramos nuestro amor por Dios sirviéndonos los unos a los otros. Y amamos a quienes servimos. El servicio nos aporta una felicidad que nunca conseguiremos con el interés personal. Sucede con cosas grandes y pequeñas, en público y en privado, con amigos y desconocidos.

Hasta las cosas pequeñas que hacemos, como ayudar a alguien en su jardín o abrirle la puerta a otra persona, pueden hacer que la vida resulte más fácil para los demás—y nos pueden hacer un poco más felices a nosotros. No resulta difícil encontrar oportunidades para compartir nuestro tiempo y energía. La belleza de seguir el ejemplo de Cristo es que no hace falta evaluar a quién, cuándo o cómo servimos, sólo tenemos que actuar. Lo podemos hacer de manera planificada o espontánea, por alguien conocido o por un extraño. El servicio cristiano evita el reconocimiento, no acepta recompensas y está motivado por el amor.
 

¿CÓMO AYUDAMOS?

Además de sus actos de servicio pequeños y personales, los mormones hacen grandes donaciones, de manera organizada, a lugares que precisan ayuda. Desde que se empezó a llevar un registro en 1985, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha donado más de 1.000 millones de dólares en efectivo y en materiales a 167 países que han necesitado ayuda humanitaria. Envió por avión carpas (tiendas de campaña), lonas, pañales y otros suministros a las zonas de Chile afectadas por el terremoto de febrero de 2010, y dos aviones, cada uno con más de 36.000 kg de alimentos y artículos para emergencias a Haití en enero de 2010 tras el catastrófico terremoto. La organización de la Iglesia a nivel local, nacional e internacional permite coordinar rápidamente su trabajo de auxilio para que los alimentos, los suministros y los trabajadores puedan llegar en el momento en que más se los necesita.

La Iglesia no discrimina a ninguna afiliación religiosa, étnica ni nacionalidad. Ofrece esperanza y la posibilidad de una vida que supere la enfermedad, la pobreza y la desesperación. Todo ello forma parte del plan de Dios de que llevemos las cargas los unos de los otros y actuemos como Sus manos en la tierra. El programa de bienestar de la Iglesia también ayuda a las personas que tienen necesidades a nivel local, a quienes ofrece ayuda temporal en forma de alimentos, ropa y en la búsqueda de empleo. A los que reciben ayuda se les da la oportunidad de trabajar a cambio de ella, cuando es posible.

Cada año, millones de hombres, mujeres y niños sufren las consecuencias de la guerra, las inundaciones, los tornados, los huracanes y otras catástrofes. En esas circunstancias tan desesperadas, una respuesta rápida suele marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Hasta un 10% de los recién nacidos tienen dificultades para respirar al nacer y necesitan algún tipo de ayuda. Con la formación adecuada y un equipo mínimo, pueden evitarse muchas de las muertes de recién nacidos por problemas respiratorios. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días trabaja con organizaciones de salud nacionales y ministerios de salud de países de todo el mundo para determinar aquellas áreas que necesitan más desesperadamente recibir formación en reanimación neonatal. Una vez identificadas las zonas, la Iglesia envía allí a médicos y enfermeros voluntarios para que eduquen a las parteras. Posteriormente, el personal local puede preparar a otras personas. Hasta el momento se ha capacitado a más de 80.000 parteras.
 

Gracias a esta preparación, la Iglesia puede responder de inmediato en casos de emergencia. Además de proporcionar materiales, la Iglesia también ayuda con dinero y voluntarios.

En 2001, se creó la Iniciativa de lucha contra el sarampión, un proyecto que incluye a la Cruz Roja Americana, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, la Fundación de las Naciones Unidas y los “Centers for Disease Control and Prevention” [Centros de control y prevención de enfermedades] de Estados Unidos. Su objetivo era reducir el índice de mortalidad mundial del sarampión en un 90% para el año 2010, el cual disminuyó un total de 873.000 muertes en todo el mundo desde 1999. En 2003, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se unió a la Iniciativa de lucha contra el sarampión y se comprometió a donar un millón de dólares cada año para apoyar la campaña. La Iglesia también ha participado en el trabajo de movilización social que resulta significativo para el éxito de cada campaña. Una canción publicitaria muy pegadiza, compuesta por un joven mormón durante la participación de la Iglesia en la campaña de lucha contra el sarampión en Madagascar, se ha traducido a 28 idiomas y cantado en docenas de emisoras de radio durante las campañas posteriores. Entre 2004 y 2008, 59.596 miembros de la Iglesia de 32 países se ofrecieron voluntariamente a solicitar ayuda en sus vecindarios y a ayudar en los puestos de vacunación. En enero de 2007 se había producido ya una disminución del 60% en el índice de mortalidad mundial del sarampión.
 

La iniciativa por el agua potable de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días intenta mejorar la salud de las comunidades proporcionándoles acceso a fuentes perdurables de agua potable. Dependiendo de las necesidades y las circunstancias locales, estas fuentes de agua incluyen pozos (o perforaciones), sistemas de almacenamiento y suministro de agua y sistemas de purificación de agua. Desde 2002, la Iglesia ha ayudado a 5 millones de personas en más de 4.500 comunidades a conseguir acceso a fuentes de agua potable. Estos proyectos de agua potable han tenido una duración a largo plazo porque las comunidades participan en su planificación y puesta en marcha, y proporcionan la mayor parte de la mano de obra. Los representantes de las comunidades reciben capacitación en el mantenimiento de los sistemas antes de que finalice el proyecto.
 

El objetivo del programa de atención oftalmológica de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es fortalecer los servicios de cuidado de la vista para las personas pobres al proporcionar capacitación técnica básica, equipos, suministros y apoyo organizativo para colaborar con los profesionales y programas de oftalmología a nivel local. Gracias a los oftalmólogos que donan voluntariamente su tiempo, la Iglesia ha ayudado a profesionales y programas locales de oftalmología que han beneficiado a más de 180.000 personas desde 2003.

En todo el mundo hay 100 millones de personas que pueden llegar a necesitar una silla de ruedas, pero sólo una de cada 100 personas puede comprarla. Para poder transportarse, las personas discapacitadas suelen depender de familiares y amigos, que los ayudan a desplazarse de un lugar a otro. Sólo salir de casa puede llegar a resultarles extremadamente difícil. Ir a la escuela o conseguir un trabajo llegan a ser sueños imposibles. Para ayudar, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días colabora con organizaciones comunitarias de ayuda a los discapacitados. La asociación colaboradora local evalúa a los usuarios, recomienda un dispositivo y hace el seguimiento con terapia y apoyo. La Iglesia dona sillas de ruedas, muletas, andadores, almohadones y otros dispositivos de ayuda, en ocasiones adquiridos de talleres locales. Cuando así se solicita, hay equipos de terapeutas que proporcionan capacitación técnica adicional a la organización colaboradora. Desde 2001, la Iglesia ha distribuido más de 300.000 sillas de ruedas en 101 países.


 


José Smith, “Times and Seasons”, 15 de ma
rzo de 1842

 

 

 
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